“Sin invernaderos habría que ocupar 150.000 hectáreas para producir igual”

J. Antonio Cantón – 24/02/2021

Licenciado en Derecho, Juan Colomina Fiqueredo es uno de esos almerienses que lleva su tierra en el corazón. Por la profesión de su padre y su abuelo, durante su infancia pasó muchos y largos momentos en un lugar tan ligado a la ciudad como el puerto, más incluso antes que ahora, entre los barriles de uva, las casetas de los consignatarios, el trajín portuario… Una vez que tuvo en el bolsillo su título de abogado por la Universidad de Málaga, fue “tomando tierra” en bufetes almerienses, hasta que en 1989 fue nombrado gerente de Coexphal, la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Almería para, en 2015, pasar a ser Consejero Delegado con funciones ejecutivas. En la actualidad ostenta en la misma organización el cargo de Delegado, con la misión principal de promover nuevas líneas de trabajo para el sector.

En su despacho, con vistas al mar, al “Cable Inglés” y algo del puerto almeriense, iniciamos esta conversación animados por dos humeantes tazas de café. Por ser dos viejos conocidos con largas trayectorias relacionadas con el sector hortofrutícola, lo primero que aparece son algunos recuerdos, anécdotas y vivencias, aunque rápidamente entramos en materia.

Al preguntarle sobre sus nuevas funciones indica que está trabajando en algo así como un “centro de agroecología”.

Hay un gran interés de Coexphal por la agroecología, teniendo en cuenta además que existe un gran interés del consumidor por la salud el medioambiente y el entorno social en que se produce.

Investigamos, nos documentamos y nos armamos de razones sobre las cualidades de este modo de trabajo y producción. Tiene muchos aspectos positivos y nos permite construir un argumentario que es muy rentable para el sector. Yo me centro en esto y, al no estar en el día a día, puedo desarrollar mejor mi labor y ampliar el horizonte.

Se trata de agrupar servicios relacionados y orientarlos hacia ese concepto. Por ejemplo, disponemos del Laboratorio de Coexphal en el que, aprovechando toda la información que nos proporciona sobre los análisis realizados a muestras de suelo, de hojas, etcétera, tratamos de que además se pueda analizar el impacto que la actividad en los invernaderos tiene sobre los seres humanos y el medio ambiente para, a medio y largo plazo, poder orientar la actividad de los invernaderos para los posibles impactos no deseados tengan la menor repercusión posible realzando a su vez los aspectos positivos, que son muchos.

Por ejemplo, la decisión de introducir el control biológico se debe a una exigencia de la sociedad en general, de los clientes, de los mercados, los consumidores, con la incidencia de los pesticidas, los excesos de LMR, pesticidas prohibidos… en fin, asuntos indeseables. Teniendo eso en cuenta promovimos el departamento de control biológico. Para ello contratamos a Jan van der Blom y nos pusimos a “predicar en el desierto”.

Esto es un ejemplo de lo que queremos hacer con el departamento de agroecología. Ese mismo modelo lo hemos aplicado a otros temas, como los setos para hospedar insectos auxiliares que ya se están imponiendo. En esta fase se ha trabajado en colaboración con la S.A.T. Indasol, con un total de 2.000 plantones de diversas especies autóctonas, lo que ha supuesto la ejecución de 1.700 metros lineales de setos alrededor de los invernaderos. Es un ejemplo, pero no el único, de la idea de nuestro departamento de agroecología.

Nosotros analizamos pautas de comportamiento que pueden ser beneficiosas para los cultivos y las promovemos, bien provenientes de estudios realizados por universidades u otros entes o bien porque sean experiencias de los propios agricultores como es este caso, que descubrieron que dejando las balsas como un pequeño humedal les iba mejor.

Control biológico, setos, manejo del invernadero como ventilación, innovaciones en construcción y diseño, autogestión de residuos, restos vegetales, diferentes temas del día a día que suponen una “revolución silenciosa” como el aprovechamiento del agua de lluvia que ya se está generalizando.

Dar a conocer el concepto que hay detrás de la agricultura de Almería, que es un concepto “intensificación sostenible”.

Sostenibilidad

Colomina se apasiona al hablar de la sostenibilidad de los invernaderos.

Para ser sostenible hay que intensificar, señala. La intensificación sostenible es un camino que incorporamos a nuestro paquete de iniciativas sobre agroecología como control biológico, setos, naturalización de las balsas.

La agricultura en su origen es una intensificación, ya que al cultivar la tierra intensificas la obtención de los alimentos, en lugar de grandes extensiones de caza u obtención del alimento de los árboles o las plantas silvestres. Todo tiene impacto ambiental, pero en la agricultura ese impacto se limita a una zona determinada. El invernadero intensifica aún más. Sin invernaderos necesitaríamos cinco veces más superficie que la que ocupamos ahora, para producir las hortalizas necesarias. Sin invernaderos harían falta aproximadamente unas 150.000 hectáreas para conseguir la misma producción. Así que está claro.

Pero desde muchos estamentos y medios se acusa a los invernaderos de Almería de no ser sostenibles, de ser una gran masa de plástico

Eso es fácilmente desmontable. Para abastecer de hortalizas a la población europea se plantean tres opciones. Una, producir en el norte con invernaderos que necesitan consumir una gran energía para mantener la temperatura en el interior del invernadero con alta emisión de CO2, una excesiva huella de carbono. Otra alternativa es producir en Marruecos, donde como en Almería no es necesario calentar los invernaderos, pero la incidencia contaminante del transporte es mucho mayor. Y está la opción central que es la de Almería, con menor huella de carbono al utilizar los invernaderos solares con menos consumo de energías fósiles, frente a los del norte o centro de Europa, y estar más cerca de los mercados que las producciones obtenidas en los invernaderos de Marruecos, lo que también supone un ahorro de energías contaminantes.

Cuando se habla del impacto ambiental de las 30.000 hectáreas de plástico, hay que ver con qué se compara. Por ejemplo, Madrid ocupa el doble de hectáreas que los invernaderos de Almería, con hormigón, asfalto, plásticos, coches contaminando… Y Nueva York ocupa cuatro veces más superficie que los invernaderos de Almería, y no hay punto de comparación en cuanto al impacto contaminante…  nadie se queja de eso, pero sí se emiten reportajes y opiniones contrarias a los invernaderos almerienses, porque “está de moda”. Sin embargo, los invernaderos tienen muchos efectos beneficiosos, están absorbiendo CO2, aportan alimentos a la ciudadanía en invierno cuando de otro modo no se tendría acceso, vitaminas, nutrientes esenciales a cientos de millones de ciudadanos europeos.

Ante una necesidad alimenticia y económica que hay que satisfacer puedes tomar dos opciones: Por un lado, los cultivos extensivos. Ahí se produce una gran ocupación de territorio, agresión ambiental, desnaturalización de hectáreas, se expulsa una gran variedad de especies de fauna autóctona, roturación de grandes extensiones de tierra… un impacto muchísimo mayor que las 30.000 hectáreas de los invernaderos de Almería que, intensificando al máximo la producción, generan la misma o más riqueza que otros cultivos que ocupan grandes superficies, con un menor consumo de recursos por hectárea.

Pero aún añadiría algo más. Como refleja el estudio del profesor de la Universidad de Almería, Francisco Campra, nuestro sistema de invernaderos no solo emite contaminación, sino que absorbe CO2 de la atmósfera y están influyendo positivamente en el medio ambiente, de tal modo que mientras en otras zonas del planeta se está produciendo un calentamiento, contra lo que pueda parecer en la gran masa de invernaderos del Poniente se está reduciendo la temperatura media anual.

Invernadero solar

En este punto ¿hablamos del concepto de invernadero solar?

Se dice mucho que a Almería se la identifica con las hortalizas. Yo iría un poco más lejos y diría que a Almería se la identifica con el invernadero. Es un concepto más amplio, porque cada día más los invernaderos se están dedicando a otros cultivos, como planta ornamental, flores, mangos…

El invernadero es como una gran caja cubierta con una placa, que aprovecha la energía solar para transformarla en materia comestible, en verduras y frutas saludables, que nos aportan agua, fibra, vitaminas, minerales… En los invernaderos de Almería y Granada, el 96 por ciento de la energía que consumen proviene del sol, mientras que en los del norte y centro de Europa solo aprovechan el 50 – 60 por ciento, viéndose obligados a completar los aportes energéticos con combustibles fósiles. De ahí el concepto de “invernadero solar”.

Esa incidencia del sol también lleva consigo que la lluvia no sea abundante en las zonas de implantación de este tipo de invernaderos. ¿Es el agua es un factor limitante?

No, no lo es, sino más bien un factor a mejorar. Estaría limitado si solamente se utilizaran los acuíferos para satisfacer las necesidades de riego, pero afortunadamente estas zonas están enclavadas junto a próximas al mar, con lo que hay que apostar por la desalación de agua marina para completar la proveniente de acuíferos y, por otro lado, el tratamiento y depuración de las aguas residuales, de modo que puedan utilizarse para riego.

También hay que tener en cuenta otra fuente de agua y, aunque es cierto que la lluvia no es abundante, cada vez más se están instalando en los invernaderos sistemas para recoger el agua de lluvia y utilizarla para el riego. Según manifestaciones de agricultores que ya lo tienen instalado, con un buen aprovechamiento el agua que recogen con esos sistemas les supone casi la mitad de la que consumen, con lo que en este aspecto se puede ser optimistas. No, el agua no tiene por qué ser un factor limitante.

Naturalización de balsas

¿Se pierde mucha agua con la evaporación de los embalses de riego?

Precisamente éste es uno de los puntos en los que hemos cambiado nuestros objetivos. En una primera fase apostamos por que los agricultores tuvieran sus balsas cubiertas para evitar la evaporación, pero estamos cambiando nuestro punto de vista, aplicando el concepto de “naturalización de las balsas”. Se trata de que, en lugar de estar cubiertas y asépticas, se permita el crecimiento de flora y se promueva la introducción de fauna como algunos tipos de carpas, de modo que el agua se autorregule y sea biológicamente más viva, con más nutrientes, consiguiendo así unos pequeños humedales.

¿Y no se corre el riesgo de aportar elementos nocivos para el cultivo, como bacterias y otros?

No, no tiene por qué existir peligro de aportar al cultivo bacterias perjudiciales, siempre que se mantenga la balsa correctamente regulada, ya que es agua que se almacena de forma natural, como si se obtuviera de un lago, un pequeño lago en este caso, un pequeño humedal en el que se desarrollan plantas acuáticas y peces, y al que se puede ver cómo llegan las aves.

Se ha demostrado que la utilización del agua de una balsa naturalizada es más beneficiosa para los cultivos. Se trata de que el agua esté almacenada en un entorno natural. Aún no tiene una alta difusión, pero ya hay agricultores que lo están haciendo con buenos resultados. No es un descubrimiento de Coexphal, pero sí lo promovemos.

Es un concepto totalmente diferente al de años anteriores, cuando se incidía en cubrir las balsas para evitar la evaporación y, sin embargo, ahora se está demostrando que son mucho mayores los beneficios si la balsa se mantiene al aire libre para que, de un modo natural mantenga un agua viva y llena de nutrientes para el cultivo. E incluso, mantiene algunas de las propiedades que en los últimos tiempos se están incorporando al agua mediante la ionización.

Rentabilidad y precios mínimos

¿Son rentables las explotaciones agrícolas?

Salvo excepciones, sí. Pero en este punto debemos introducir el concepto margen por producto y periodo temporal. Ese margen ha ido mermando a través del tiempo, desde que se construyeron los primeros invernaderos hasta nuestros días. Que la rentabilidad ha sido positiva lo demuestra el hecho de que la superficie ha sido ascendente, pero el margen por producto ha descendido.

Más hectáreas, más producción. Precios, se han incrementado, pero los costes más y el margen ha descendido de manera notable. En cierto modo, esa caída del margen tiene su lógica, porque el mercado se ha ido saturando, ha subido el poder adquisitivo, no tenemos, por ejemplo, la ventaja del diferencial de peseta con el marco o el franco… Eso impulsó la necesidad de incrementar la superficie invernada por cada agricultor, que antes podía vivir con invernaderos más pequeños y ahora necesita una mayor superficie, para obtener los mismos recursos que le permitan sacar su familia adelante.

Y en cuanto a la prohibición de venta por debajo de los precios mínimos que contempla la Ley de la Cadena Alimentaria ¿son viables?

No, tal y como se han establecido en la Ley de la Cadena Alimentaria no tienen sentido, solo deparan perjuicios para el agricultor, sin ningún beneficio.

Quienes han redactado este apartado de la Ley de la Cadena no tienen ni idea.

¿Evitar la tirada de producto? La Ley de la Cadena no da solución a eso, no articula un sistema para que al productor se le pague el diferencial entre el coste y el precio de mercado, solo dice que no se puede vender por debajo. Y entonces ¿Qué hacemos? Por ejemplo, si el coste de producción es 35 céntimos, el agricultor siempre preferirá vender a 20 céntimos que no vender y tener que tirar.

Es cierto que el agricultor necesita un colchón para cuando los precios sufren una caída para la que no estamos preparados. ¿Pero quién paga ese colchón?

Para establecer un precio mínimo se necesita una intervención en el mercado. La única alternativa que se puede explorar, para evitar las pérdidas al producir, sería crear un fondo que se nutra de un porcentaje cuando los precios excedan de una determinada cantidad, por encima de los costes de producción, al que la Administración, en su deber de proteger esa actividad esencial, contribuyera también con otro porcentaje. De ahí, cuando la producción que el agricultor lleve a la comercializadora no tenga salida porque el mercado esté ya saturado, se indemnizará a esos agricultores que no pueden vender su producto, como ocurre con los seguros, con una cierta cantidad que palíe esas pérdidas.

Pero claro, para eso hay que saber de antemano, mediante una planificación de cultivos, cuántas hectáreas se van a dedicar a cada producto y, por supuesto, evitar que en esos momentos puedan entrar libremente productos de países terceros, que cuando se produzcan esas caídas de precios se pare totalmente la importación.

De ese modo podríamos sentarnos a hablar para aportar una solución real, pero el establecimiento de venta de precios mínimos que contempla la Ley actual no soluciona el problema, sino que lo agrava.

Yo entiendo que los precios deben ser libres, salvo en casos muy acotados. El precio es el mensaje que se lanza al mercado acerca de la oportunidad de hacer o dejar de hacer algo. Es la forma en que el consumidor dice al productor si lo que está haciendo es en el momento adecuado, en la cantidad necesaria o el fruto que necesita el mercado, de modo que si el precio del tomate está bajo puede ser porque haya mucha oferta, o bien porque no se haya producido en el momento adecuado. Es decir, el precio es el factor orientativo para saber cómo hay que actuar. Si desaparece la libertad de precio entonces faltará esa orientación.

Nunca hemos tenido precios mínimos y sin embargo hemos crecido con fuerza. Tampoco nos han orientado en qué plantar ni cuando, siempre nos hemos orientado por los precios.

¿La salida de Reino Unido de la Unión Europea afectará de algún modo a la exportación de frutas y hortalizas?

Lamentablemente existe esa posibilidad y cada día toma más visos de hacerse realidad. Marruecos ya tiene acuerdo comercial con el Reino Unido y es posible que nuestro vecino del sur ocupe el papel de España en el abastecimiento de ciertos productos al mercado británico.

Reino Unido tiene la necesidad de proveerse por todas las vías y el Brexit le deja las manos más libres. La única posibilidad que tenemos de mantener una cuota de mercado interesante es ser competitivos, con una mejor relación calidad precio, para que el consumidor prefiera el producto español antes que el marroquí, ya que a pesar de todos los acuerdos que el Gobierno de Reino Unido firme con el marroquí, siempre será el consumidor británico quien fije sus preferencias.

En la nueva PAC se contempla la posibilidad de establecer ayudas al sector de frutas y hortalizas

Este sector   se ha desarrollado al margen de subvenciones, de ayudas o de apoyos de las administraciones que, o no han existido o lo han hecho tímidamente. Por su dinamismo tampoco las he necesitado mucho. Lo que sí espera el sector de las Administraciones son apoyos en infraestructuras, como fue en su momento la autovía para dar salida a los productos, o como ahora son las desaladoras y depuradoras. El sector necesita que se invierta el dinero que ya pagamos a través de los impuestos. Y también que se nos organice, legalmente nosotros no podemos organizarnos, no podemos privadamente montar una desaladora, sino que necesitamos una concesión.

Otro ejemplo, la recogida de residuos agrícolas no puede depender solo del agricultor, aunque ya se encarga de un alto porcentaje por su cuenta, pero se hace necesaria la intervención de la administración para organizar esas recogidas.

O en el caso de la llegada de inmigrantes. El sector se hace cargo de las personas necesarias, pero no puede atender a todos los que llegan, eso es tarea de las Administraciones. Pero claro, si se ven poblados de chabolas llenos de inmigrantes, ciertos medios europeos ven en eso la posibilidad de reportajes sensacionalistas, diciendo que el agricultor almeriense está explotando al inmigrante teniéndolo en lugares insanos. Eso no es un asunto que tenga que resolver el agricultor, él solo tiene que dar un salario justo, el resto debe resolverlo la Administración competente en cada caso.

Más que subvenciones o ayudas de la PAC, que también son bienvenidas, lo que necesitamos es que se establezcan los marcos, políticos, administrativos y de infraestructuras, para que podamos desarrollar nuestro trabajo. Eso sí, sin que se nos haga competencia desde otros lugares por condiciones de producción que a nosotros no se nos permiten. Necesitamos garantías de que los productos que acceden al mercado comunitario lo hagan en igualdad de condiciones. Del resto, de conseguir buenos productos, sanos y saludables, ya nos ocupamos nosotros.

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