Desde 2002, los continentes de la Tierra han experimentado pérdidas sin precedentes de agua dulce, impulsadas por el cambio climático, la extracción insostenible de agua subterránea y las sequías extremas, que ahora están contribuyendo al aumento del nivel del mar
Hortoinfo.- 28/07/2025
El agua está desapareciendo de la tierra a un ritmo exagerado, preocupante y alarmante.
Según un estudio liderado por la Universidad Estatal de Arizona, basado en más de dos décadas de observaciones satelitales, desde 2002 los continentes están perdiendo agua dulce como nunca antes en la historia reciente. El estudio ha identificado cuatro regiones de «mega-sequía continental» en el hemisferio norte. Estas zonas concentran las pérdidas más graves y persistentes de agua dulce del planeta, y plantean una amenaza directa para la seguridad hídrica, alimentaria y climática global.
El estudio detectó que las zonas áridas están creciendo a un ritmo equivalente al doble de la superficie de California cada año. Además, el proceso de secado en áreas secas supera ya al de humidificación en zonas húmedas. Se rompe así el patrón hidrológico tradicional, en el que las lluvias y sequías se alternaban de manera más equilibrada.
La consecuencia directa es un desequilibrio global en la distribución del agua dulce. Hoy, el 75 % de la población mundial vive en países que han perdido agua dulce de forma continua en los últimos 22 años. Una cifra crítica si se tiene en cuenta que, según la ONU, la población global seguirá creciendo durante al menos cinco décadas más.
Más pérdidas en el subsuelo
Uno de los hallazgos más inquietantes es que el 68 % de la pérdida total de agua terrestre proviene de acuíferos subterráneos. Esta cifra supera el impacto combinado del deshielo de Groenlandia y la Antártida sobre la subida del nivel del mar.
Se está agotando lo que los expertos llaman «capital hídrico fósil»: reservas de agua subterránea acumuladas durante miles de años, que no se reponen al ritmo que se extraen. Lo más grave es que este tipo de agua no es renovable en escalas humanas. Es decir, una vez agotada, no vuelve.
El punto de inflexión en 2014–2015
El análisis señala un punto de inflexión en el ciclo hídrico global durante los años del mega El Niño (2014–2015). A partir de ese momento, se dispararon los extremos climáticos, las sequías se intensificaron y el uso de aguas subterráneas se volvió más agresivo. Al mismo tiempo, se produjo un giro geográfico inesperado: las zonas secas pasaron de concentrarse en el hemisferio sur al hemisferio norte.
El problema se agravó en latitudes medias, donde se combinan grandes centros agrícolas, ciudades densamente pobladas y patrones de sequía cada vez más intensos. Europa, por ejemplo, ha registrado en la última década varios años consecutivos de sequías severas que han afectado tanto a los ríos como a los suelos.
Zonas de mega-sequía
Los datos muestran una conexión cada vez más evidente entre distintas regiones afectadas. Las pérdidas hídricas ya no son eventos aislados, sino fenómenos interconectados que definen cuatro grandes regiones de mega-sequía.
Suroeste de América del Norte y Centroamérica: incluye zonas agrícolas clave en California, Arizona o México, así como grandes ciudades como Los Ángeles, Phoenix o Ciudad de México.
Alaska y norte de Canadá: donde el deshielo de glaciares alpinos, la pérdida de permafrost y la disminución de la nieve están reduciendo la disponibilidad hídrica, incluso en zonas tradicionalmente ricas en agua.
Norte de Rusia: afectado por el deshielo acelerado en Siberia y otras áreas de alta latitud, con implicaciones graves para el ciclo del carbono y el equilibrio térmico del planeta.
Región MENA-Pan-Eurasia: un área extensa que incluye desde el norte de África hasta el este de Asia, con focos de crisis como el mar de Aral, la llanura norte china y grandes ciudades como Teherán, El Cairo, Pekín, París y Berlín.
Superando las previsiones
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es que la única franja del planeta que ha mostrado una tendencia clara a volverse más húmeda desde 2002 es la zona tropical. Este comportamiento, que no estaba previsto por los modelos climáticos del IPCC, revela la necesidad de seguir recopilando datos de largo plazo y mejorar las proyecciones climáticas.
Los satélites GRACE y GRACE-FO han permitido entender la evolución del almacenamiento total de agua terrestre, que incluye no solo ríos y lagos, sino también humedad del suelo, nieve, hielo y aguas subterráneas. La clave ahora es complementar esta información con mediciones locales y políticas que permitan actuar con base en evidencia real y no en estimaciones.
Una llamada urgente a la acción
El agotamiento progresivo del agua dulce no solo amenaza la producción agrícola y el abastecimiento urbano, sino también la estabilidad social y geopolítica. Países dependientes del riego intensivo o con escasa infraestructura hídrica podrían enfrentar conflictos por el agua o crisis migratorias asociadas a la desertificación.
La gestión sostenible de los acuíferos debe convertirse en una prioridad política global. Países como España, Marruecos o India ya han comenzado a implementar normativas para controlar las extracciones, promover el recargo artificial de acuíferos durante años húmedos y fomentar tecnologías más eficientes en el riego.
En paralelo, proyectos como el Plan Nacional del Agua en Chile, el Banco de Agua en California o el sistema de monitoreo hídrico satelital de la UE (Copernicus) están demostrando que la tecnología puede ser una aliada para anticipar crisis y planificar con inteligencia.



